"En ese lugar de España se decidió que el año empezaba el 1 de enero; los cónsules veían que se le echaba el tiempo encima y querían tener un trimestre previo a los fríos, fríos"
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El reciente solsticio de invierno ha vuelto a poner de manifiesto la profunda conexión entre los fenómenos astronómicos y las tradiciones ancestrales.
La imagen de multitudes congregadas en lugares como el templo de Karnak (Egipto) o Stonehenge para presenciar el amanecer alineado con estas construcciones milenarias ha recuperado su eco. En el programa 'Herrera en COPE', el escritor Javier Sierra ha explicado en la sección 'Lo Misterioso' junto a Alberto Herrera cómo estos eventos no son una casualidad, sino la base sobre la que se construyeron ritos y calendarios, incluida la propia Navidad.
Sierra ha recordado que estos monumentos arqueológicos recuperan así su función ancestral: marcar el movimiento del sol en días clave. En el caso de Karnak, la salida del sol entre los pilonos del templo evoca el jeroglífico con el que los antiguos egipcios representaban la palabra "horizonte", el lugar por donde el sol resucitaba cada día. Este fenómeno, hoy convertido en un atractivo turístico, evidencia cómo "lo profano y lo sagrado se conectan", según ha apuntado el escritor.
Esta obsesión por los astros, que según Sierra hemos perdido por "la electricidad y las pantallas", no se limita a Egipto. En España, los Dólmenes de Antequera (Málaga) ofrecen un espectáculo similar. Durante el solsticio, la luz del amanecer recorre un pasillo de piedra hasta iluminar la cámara funeraria del Tholos del Romeral, un instante que para sus constructores, hace 4.000 años, simbolizaba la conexión entre el mundo de los vivos y el más allá a través de la luz.
La influencia astronómica también determinó el inicio de nuestro calendario. Javier Sierra ha relatado el curioso origen del 1 de enero, que se remonta al año 154 a.C. en Segeda, un yacimiento celtíbero en Zaragoza. Durante la guerra con Roma, los cónsules romanos decidieron adelantar el inicio del año, que entonces era en los idus de marzo, al 1 de enero. El objetivo era disponer de tres meses adicionales para sus campañas militares antes de la llegada del crudo invierno.
"La culpa de que tengamos el inicio del año, el 1 de enero, está en ese pueblecito celtíbero de Zaragoza", ha afirmado Sierra.
La elección del 25 de diciembre para celebrar la Navidad tampoco es casual y, según Sierra, tiene un origen similar. Los Evangelios no ofrecen una fecha del nacimiento de Jesús, e incluso el de Lucas sugiere un tiempo más templado, al describir a los pastores durmiendo "al raso". La fecha se fijó hace 1.700 años, en el Concilio de Nicea, con un objetivo claro: cristianizar una importante fiesta pagana preexistente.
Se trataba de la fiesta del ‘Natalis Solis Invicti’ (nacimiento del Sol Invicto), que celebraba el nacimiento del dios Mitra cada 25 de diciembre. Esta fecha coincidía con el momento en que, tras el solsticio, "la luz comenzaba a ganarle terreno a la oscuridad". De esta manera, la Iglesia adoptó la simbología del renacimiento de la luz para conmemorar el nacimiento de Jesús.
Esta visión, que Sierra califica de "muy naturalista y poética", también se refleja en la Semana Santa, que coincide con el equinoccio de primavera, cuando la naturaleza "vuelve a la vida". La conexión con el pasado va más allá, ya que muchas de nuestras costumbres navideñas, como los grandes banquetes familiares y los regalos, son un eco directo de las Saturnalias romanas, que se celebraban en las mismas fechas.




